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Antoine de Saint-Exupéry fue piloto de correos en África y América. Murió joven con una producción literaria famosa y prometedora. Este librito narra las peripecias de sus vuelos y otros compañeros, algunos desparecidos trágicamente, que dieron un testimonio de gentes magnánimas, capaces de disfrutar con su trabajo y de lanzarse a abrir y mantener nuevas rutas de navegación aérea. La perspectiva de un piloto, con tantas horas de vuelo que se tornan meditación y contemplación, se mezclan con anécdotas y relatos de sus encuentros.
Estas páginas rinden homenaje a su amigo Guillaumet superviviente de un accidente durante la travesía de los Andes. Salvado de una muerte segura, porque “los Andes, en invierno, no devuelven a los hombres”, el piloto relataba cómo avanzaba paso a paso entre nieve y hielo:
“En la nieve se pierde todo instinto de conservación. Después de dos, tres, cuatro días de marcha, lo único que se desea es dormir. También yo lo deseaba. Pero me decía a mí mismo: si mi mujer cree que estoy vivo, me ve caminando. Los compañeros piensan asimismo que ando. Todos ellos tienen confianza en mí. Y seré un cerdo si no camino…” Una vez en pie caminaste durante dos noches y tres días. Sin embargo, no pensabas llegar muy lejos: “Muchos signos me presagiaban el fin. Por ejemplo, me veía obligado a detenerme cada dos horas, más o menos, para ensanchar un poco mi zapato, friccionar con nieve mis pies que se hinchaban o, sencillamente, para proporcionar un descanso a mi corazón. Hacia los últimos días perdía a ratos la memoria. Cuando llevaba ya mucho rato andando, me daba cuenta de que había olvidado algo. La primera vez fue un guante y, con aquel frío, la cosa resultaba grave… A cada parada me iba empobreciendo. Lo que salva es dar un paso más. Y todavía un paso. Siempre es el mismo paso el que se recomienza.”
El libro es un canto a la amistad y a la nobleza del hombre, cuya medida no la pone la propia voluntad sino la grandeza de la misión y la entrega a la misma, con afán de dar respuesta y colmatarla.
“Te juro que ninguna bestia habría sido capaz de hacer lo que he hecho”. Esta frase, la más noble que yo conozca, esta frase que sitúa al hombre en su verdadero lugar, que lo honra, que restablece las auténticas jerarquías, no se me borraba de la memoria… El valor de Guillaumet es, ante todo, un efecto de su rectitud. Su verdadera cualidad no reside allí. Su grandeza consiste en sentirse responsable. Responsable de sí mismo, del correo y de los compañeros que lo esperan. Sabe que tiene en sus manos la pena o la alegría de ellos. (…) Él pertenece a ese tipo de hombres generosos que aceptan cubrir amplios horizontes con su sangre. Ser hombre significa, precisamente, ser responsable.”
Buena lectura a todos.
P. Álvaro Montero.
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