Advertencia: vale la pena ver la película y luego leer esta reseña para el fórum. Recomiendo la película a partir de 18 años. Dará buen fórum para los mayores de la familia.
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Para hablar del pasado se emplean diversas expresiones: “lo hecho, hecho está”, “agua pasada no mueve molino”, “a lo hecho, pecho” e, incluso, “lo sucedido en Mallorca se queda en Mallorca”. ¿El pasado siempre queda atrás?
Le passé –“El pasado”–, película del año 2013 dirigida por Asghar Farhadí (director de “Nader y Simín, una separación”), pretende dar una respuesta al problema del pasado. La película, que transcurre en los suburbios de París, comienza con un reencuentro que parece que sucede entre una mujer y su marido. Él vuelve a casa tras una larga ausencia: el espectador, sin embargo, va descubriendo poco a poco que no todo está en orden, pues el motivo del viaje es la firma del divorcio entre ambos. Además, al poco tiempo descubre también que este hombre no es el primer marido de la mujer, ni siquiera el padre de alguno de sus hijos. Así, de forma dura y realista, Farhadí nos va presentando una realidad en la que lo ideal brilla por su ausencia, donde en cada recodo en el que se espera encontrar una posibilidad de sanar las relaciones las esperanzas del espectador, por el contrario, reciben un duro revés.
Con un tema que recuerda sin duda alguna a la novela “Nuestros actos nos siguen” del parisino Paul Bourget, el director nos muestra que el pasado sólo se puede integrar en la verdad de una vida: la mentira no puede construir nada nuevo ni bueno y, ante un inicio aparentemente prometedor, los problemas acaban saliendo a la luz. Nuestros actos nos siguen, y nuestros actos nos configuran: hacen que sean lo que somos; no basta con culpar a los demás de su situación pues la responsabilidad que tiene el hombre con sus acciones es grande.
El perdón, muy ligado con el pasado, es otro de los puntos clave de esta película. Es curioso que ante un pequeño hurto que los niños hacen en la maleta del marido que viene a París, el “tercer marido” (por llamarlo de alguna forma) les exige de forma muy dura que pidan disculpas al “segundo”. Los adultos exigen a los niños pedir perdón, pero ellos son incapaces en todo momento de pedirlo. Cuando el niño, de nombre Foud, le pregunta a su padre por qué ha despedido a su empleada, este le responde “porque hay cosas que no se pueden perdonar”. “¿Qué cosas?”, pregunta el niño. El padre calla por respuesta, incapaz de afrontar el perdón, probablemente porque tampoco es capaz de perdonarse a sí mismo, por la vida que vive en ese momento. Asimismo, mientras que los niños toman en serio sus relaciones, los adultos frivolizan con ellas: da igual un embarazo o un tercer marido: vana ilusión la de creer que mis relaciones no me constituyen.
Finalmente, es importante también la paternidad: la hija mayor de la protagonista carece de padre y se comporta durante la mayor parte de la película como un “zombi”, un personaje que no sabe de dónde viene y, por carecer de origen, no tiene ninguna meta hacia la que ir.
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