lunes, 6 de abril de 2020

Cine: "El festín de Babette"

Se puede ver esta magnífica película aquí.

¿Se puede encontrar a Dios en un buen plato? ¿Se puede encontrar a Dios en las cosas buenas de la vida? Esta es la pregunta que subyace de fondo en la película por todos conocida, El festín de Babette.

Pregunta cuya respuesta no es obvia pues, nos guste o no, tenemos todos una cierta influencia del puritanismo que nos lleva a rechazar instintivamente, casi sin quererlo, lo bueno y placentero de la vida, o al menos a mirarlo con cierto recelo. ¿Quién no ha dicho alguna vez, en broma, por supuesto, “esto está tan bueno que tiene que ser pecado”? Hay, en el fondo, una cierta sospecha: ¿será bueno que esté disfrutando de este plato?

- “¡Esto es sopa de tortuga!”
- “Evidentemente, es sopa de tortuga”.

Este pequeño diálogo entre el militar y uno de los invitados en El festín de Babette nos revela la radical diferencia entre concebir una vida bajo sospecha y concebir la vida como algo grande, algo de lo que puedo disfrutar y en la que puedo encontrar a Dios. “Sólo se vive una vez”, cantaba el grupo Azúcar moreno; y es verdad, sólo tenemos una vida para disfrutar. Y esta vida es ya vida eterna; de modo que nos estamos jugando mucho, nos estamos jugando la eternidad.

El festín de Babette también nos ayuda a situar correctamente la penitencia. “¿Es que pueden ayunar los amigos del novio mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que les quiten al novio, ese día ayunarán”. Por supuesto, la vida del cristiano está marcada por los tiempos, y en ellos la cuaresma ocupa un lugar decisivo como tiempo de purificar el corazón. Porque el cristiano entiende bien los tiempos de su vida, entiende bien el tiempo de ayuno; entiende bien cuando se sienta en un gran banquete que  aquél está servido para disfrutarlo, para generar comunión con el resto de comensales y así llegar a Dios.
Comer solo es de lo más triste que hay en la vida. Cuando uno come solo parece que no hay tanta hambre y la cuestión se despacha, generalmente, mal y deprisa. El ser humano no está hecho para comer solo, sino para comer con otros, símbolo de comunión. Pues se llega a Dios a través de la mesa y el mantel, sí, pero de la mesa y el mantel compartidos con otros.

“La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besarán”. Este brindis final del militar en El festín de Babette nos recuerda que es posible la reconciliación en el hombre, y que es posible precisamente a través de un banquete. Nos dice: “no busques la justicia y la paz fuera de lo que es humano sino, precisamente, en lo  más humano”. Nada más humano que un banquete, donde mantel, ambientación, vajilla, cubertería, alimentos y bebida están elaborados con excelencia para generar comunión, propia del ser humano.

Buen fórum.

Carlos Ojea.

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