Eugenio Lluch nos pasa esta colaboración.
Título: La prisión blanca
Autor: Alfred Lasing.
Editorial: Mondadori.
Un clásico de los libros de aventura. Recoge el testimonio de una aventura real. En 1914 una expedición británica zarpa de Lóndres para intentar cruzar a pie todo el continente antártico. El barco, antes de llegar a su destino, queda atrapado por el hielo de la banquisa. El barco se hunde y toda la tripulación queda a la deriva sobre un enorme témpano de hielo. El libro nos narra todas sus desventuras y vivencias durante 2 años.
“Cuando el día 1 de agosto de 1914 el Endurance zarpó desde el puerto de Londres, una euforia extraña, mezcla de orgullo y temor, dominaba la tripulación: por primera vez en la Historia, un puñado de hombres intentaría cruzar a pie el continente antártico. La misión casi parecía imposible, pero la voluntad de Sir Ernest Shackleton, el jefe de la expedición, era capaz de convertir cualquier conjetura en algo palpable y cierto. Ni siquiera en octubre de 1915, cuando el Endurance se quedó atrapado y hubo que abandonar su carcasa agonizante, los ánimos flaquearon: asentados en un témpano de hielo y embutidos luego en tres pequeños botes salvavidas, Shackleton y sus hombres sobrevivieron, enfrentándose al terror de la larga noche polar. La madrugada del día 20 de mayo de 1916, los obreros que trabajaban en la estación ballenera de Stromness vieron acercarse una figura insólita, con la ropa hecha jirones y el pelo suelto a media espalda: tras casi quinientos días sin pisar tierra firme, ahí estaba Sir Ernest Shackleton para comunicar al mundo entero que él y su gente habían conseguido huir de la cárcel de viento y hielo que a punto estuvo de convertirse en su tumba”.
Este libro muestra las hazañas, durante el período de la Primera Guerra Mundial, pero ajenos a esta, de un grupo de hombres, marineros y científicos, liderados por Shackleton, antiguo compañero expedicionario de Scott –aunque no en la expedición en la que este murió–, a la Antártida. Derrotada la nación británica en la conquista del Polo Norte y del Polo Sur (en esta última el vencido por el noruego Amundsen fue un Scott que cometió errores garrafales que la literatura patria de la mano de sir James Barrie, autor de Peter Pan, se encargó de borrar o matizar) quedaba como medio de resarcirse lograr una última gran hazaña antes que otra nación: atravesar la Antártida, desde el mar de Weddell hasta el mar de Ross.
Sin duda, la figura de Shackleton muestra un liderazgo, prudencia y sensatez (que tal vez Scott no tuvo) destacables. Su empeño por mantener viva a una tripulación dos años a la deriva (todos les daban por muertos) fue encomiable. Junto a ello, es del todo singular el trabajo en equipo que los miembros de la goleta noruega Polaris, comprada por Shackleton y rebautizada como Endurance, mostraron durante esta odisea antártica. Atrapado en la banquisa, el Endurance, barco resistente como pocos, acabó sucumbiendo a la presión del hielo. Shackleton y sus hombres se vieron obligados a sobrevivir en varios témpanos de hielo, hasta que finalmente, tras desembarcar todos los miembros de la expedición en Isla Elefante (un mal trozo de roca en medio del Océano Antártico) en los tres botes salvavidas que tenían, Shackleton y pocos hombres escogidos comenzaron la última tentativa de salvación a bordo del bote James Caird hacia la isla de San Pedro, lugar de partida de la expedición.
Vale la pena complementar la lectura con “Atrapados en el hielo”, de Caroline Alexander, que recoge más detalles e incorpora las mejores fotos de Frank Hurley, el fotógrafo de la expedición.
“Nunca la bandera arriada,
nunca la última empresa”.
Sir Ernest Shackleton.